
Poema del mes
La Navidad se puebla de unas cuantas palabras que van edificando mi profunda alegría. Vienen con el correo, traspasando la lluvia, rozando las heladas de todos los jardines, desafiando las luces de todos los anuncios que llenan la ciudad de un ruidoso andamiaje.Vienen con su fervor escrito humildemente y rompen el silencio de un año que agoniza. Vienen juntas: son pocas, son unos cuantos trazos inmunes a la niebla que te dicen "perdona mi retraso", "diviértete estos días", "deseo que estés bien", "acuérdate de todos", "te quiero mucho"... En fin: son palabras sencillas que exhiben la humildad de su sola presencia, de la carne vulgar de nuestra raza humana, alentada –eso sí– de infinitos anhelos, de la llama invisible que nos une sobre este suelo ancho voraz de la ceniza.Ellas van despertando la memoria, reconstruyen las noches, diminutas y escasas, de las conversaciones que nunca escuchó nadie; reducen las distancias abismales de esas pocas estrellas en donde coincidimos. Con ellas nos quitamos nuestra máscara para vernos los rostros en su eterna inocencia y en la muda indigencia de nuestro largo viaje.Por ellas el Verbo se hace carne cada año y vuelve a redimirnos.
(De La cuenta atrás, 2000)