
Poema del mes
Y no habrá muerte, no, ni habrá condena allí donde el amor vivió seguro y rebosaba siempre de caricias en cada una de las espiraciones fatigosas que tejen la existencia cotidiana. Y no habrá muerte, no, ni habrá condena allí donde los brazos estuvieron abiertos desde niños y repartieron todos sus manjares para seguir abiertos de por vida, como dos grandes alas dispuestas a emprender su vuelo a cualquier hora. Y no habrá muerte, no, ni habrá condena allí donde hubo siempre una sonrisa más luminosa y clara que el relámpago, como una humilde fuente misteriosa que mana de repente en cualquier sitio de esta tierra sedienta. Y no habrá muerte, no, ni habrá condena ni habrá lamentaciones ni gemidos, ni dudas ni preguntas necesarias, ni será necesario que recuerden los momentos de gloria que esconden los rescoldos del pasado allí donde la lumbre ha estado siempre viva y ha contagiado al mundo con su fuego.
(De La cuenta atrás, 2000)